Un sombrero, no más
Un buen líder conoce a sus seguidores, pero antes se conoce a sí mismo. Nadie que pretenda ser un buen líder puede encabezar una organización, o un equipo, que viva valores contrarios a los propios. Por eso, comprender lo que realmente importa en la vida, definir como se quiere vivir y encontrar los valores que no van comprometerse bajo ninguna circunstancia, es el primer paso para convertirse en un buen líder.
Howard Behar, presidente retirado de Starbucks Norteamérica y Starbucks Internacional, usa la metáfora de usar un solo sombrero, para hacer énfasis en la importancia de conocerse a sí mismo y ser constante en la forma de ser y de actuar. Si el líder usa un solo sombrero, va a tender a aterrizar en una organización con valores similares a los propios, por lo tanto, va a reforzar la cultura de manera natural. Por el contrario, si el líder usa más de un sombrero, se fuerza a sí mismo a ser hipócrita y deshonesto, y lamentablemente los seguidores emulan el comportamiento de los buenos y de los malos líderes.
Seguridad, no estrés
Cuando los miembros de una organización tienen que defenderse de sus mismos compañeros, se crea un ambiente de tensión y de estrés que inhibe la creatividad y dificulta la productividad. Por otro lado, si confían en que la persona a su izquierda y la persona a su derecha están ahí para defenderlos, el equipo como un todo se vuelve más fuerte que la suma de cada una de sus partes. De esta forma, las organizaciones se vuelven capaces de lograr resultados extraordinarios, en un ambiente de empatía, donde la gente no teme tomar riesgos para alcanzar los objetivos, porque todos comparten tanto los riesgos como los beneficios.
Según Simon Sinek, los buenos líderes crean un Circulo de Seguridad; un ambiente en el que todos se sienten protegidos, confían uno en el otro y no temen hacer lo que consideran correcto. Dentro del Circulo de Seguridad nadie está desprotegido, porque todos entienden que juntos son más fuertes. Sin embargo, para que exista un Circulo de Seguridad, el líder tiene que demostrar que los demás pueden confiar en él. Tiene que demostrar que está dispuesto a sacrificar su propio bienestar, si fuera necesario, por el bienestar de los demás, y no tener miedo a romper las reglas si eso fuera lo mejor para su equipo.
Que decida quien sabe, no quien manda
Simplemente dar ordenes, en el mejor de los casos, resulta en el cumplimiento eficaz de instrucciones explícitas. Pero, confiar en una persona, dándole autonomía en su trabajo, resulta en un compromiso personal. Ese compromiso, lleva a los empleados a empujar sus propios límites, esforzándose por ser mejores en lo que hacen, no porque quieran quedar bien con su jefe, sino porque quieren sentirse orgullosos de los resultados que logran día con día. «La persona que barre debería escoger la escoba», dice Howard Behar. Los verdaderos expertos, son quienes trabajan día con día en una misma labor, entonces, ¿por qué no darle la autoridad a quién más sabe?
La autonomía crea un sentimiento de independencia, pero al mismo tiempo crea un rol de responsabilidad. Una persona en la que se deposita confianza y autoridad; pasa de ser obediente, haciendo lo que se le ordena; a ser responsable, haciendo lo que es correcto. En una estructura organizacional tradicional, más vale que el líder este en lo correcto, porque los demás solo siguen ordenes sin importar los resultados, ya que no son sus ideas ni es su responsabilidad.
Personas, no empleados
Los empleados no son un recurso más, son seres humanos que buscan cumplir sus metas, realizar sus sueños y ser parte de algo más grande que ellos mismos. Todo líder puede, y debe, fomentar la lucha por un propósito más grande que las ganancias, las ventas o cualquier otra métrica.
No se trata de crear frases bonitas o intentar salvar al mundo. Se trata de dirigir cada una de las acciones, de cada uno de los integrantes de la organización, hacia un propósito más grande que todos juntos. Un propósito que todos estén felices de compartir, porque es coherente con sus propios valores. Un propósito que los haga sentirse orgullosos de formar parte de la organización, que los una y que los empuje a esforzarse aún más para alcanzar las metas, porque las metas se convierten en un paso más para llegar a un destino que todos anhelan. Ser un buen líder no es fácil, pero puede ser sumamente gratificante, medido con más de una métrica.
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